Colombia.- José Antonio Parada solo llevaba ocho o nueve meses en ese país y nunca había tenido ningún inconveniente hasta el fin de semana pasado cuando él decidió ir, en compañía de algunos amigos, a un pueblo cercano a su ciudad de residencia llamado Huejotzingo. “Él nos dijo que se iban a unos carnavales. De hecho nos mandó fotos y videos y sabíamos que estaba bien porque su mamá lo rastrea a través de su iPhone. Al final nos dijo que se devolvía el domingo 23 de febrero a las 10 de la noche en un UBER a Puebla, hasta ese momento todo estuvo bien”.
Esa noche Angélica se durmió tranquila hasta el día siguiente que se dio cuenta que la señal del celular de su hijo aún aparecía en un paraje desconocido. “Ahí todos nos preocupamos. Sabíamos que estaba con una amiga colombiana, con un mexicanos llamado Javier y que habían ido a ese poblado por invitación de un compañero”.
Preocupados por el paradero de él en México, la familia contactó a una compañero de residencia. “Le contamos lo del teléfono y él, inmediatamente, contactó a la policía. Pensábamos que él había botado el celular, o que lo había perdido pero nunca esta tragedia que hoy vivimos”, dijo Walter.
Tiempo después ubicaron los cuerpos de todo el grupo en un paraje desolado de la carretera que conduce de ese pueblo mexicano a la ciudad de Puebla (México). “Según dicen los medios de ese país los encontraron con tiros de gracia. Estaba mi sobrino, su compañero, el mexicano y el conductor del Uber”.