Su esposa Lorena y sus hijas Giovanna y Leonela ingresaron al palacio, donde las esperaban. Un grupo de oficiales escoltaron el ataúd desde la carroza hacia el interior, donde solo había familiares y autoridades.
«Si él estuviera aquí diría que más vale darle vuelta a la página, mirar al frente y pensar en el mañana, no quedarnos atrapados en el ayer. A Jorge nada lo detuvo y tampoco será la muerte la que lo detenga», dijo Lorena a los presentes. «Su muerte nos conmueve y nos lastima, pero también nos convoca a la unidad».
El gobernador de Jalisco fue el último que tomó la palabra, donde se comprometió a no rendirse a los criminales que asesinaron a Sandoval Díaz la madrugada del viernes. «Lo que sucedió en Puerto Vallarta es una muestra más de que no nos podemos doblar ante quien sí quiere sumir a nuestro estado en el miedo».
Tras concluir su discurso, montaron una guardia junto al ataúd su esposa, sus padres Leonel y Sagrario y el gobernador; después lo hicieron los presidentes municipales de Guadalajara, Zapopan y el rector de la Universidad de Guadalajara, entre otros, antes de que la banda de guerra despidiera el ataúd, que trasladaron al Congreso del Estado, escoltado por motociclistas y policías.
Poco antes del mediodía, abandonaron el recinto legislativo los familiares para dirigirse al Palacio Municipal de Guadalajara, donde se le rendiría el tercer homenaje.
En este espacio lo recibieron con un mariachi que entonó «Guadalajara», entre los aplausos de la gente que vitoreaban «¡Gobernador!».
Esta sería la tercera parada antes de llevar el cuerpo al PRI Jalisco, lugar donde concluirán los tributos para finalmente sepultarlo.