Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EU (CDC, en inglés) estiman que hay unos 21 millones de sanitarios en el país y unos 100 millones de adultos con antecedentes médicos de alto riesgo.
El gobierno estadounidense planea entregar por todo el territorio tres millones de las primeras dosis 48 horas después de la aprobación de emergencia, que podrían aumentar en los siguientes días hasta los 20 millones, un dato todavía por debajo de la demanda prioritaria.
Esta situación puede llevar a que las direcciones de los centros hospitalarios sorteen entre su personal a quién le toca vacunarse, siempre que la persona que la vaya a recibir haya dado su visto bueno con anterioridad.
El escenario de una «posible rifa» entre los sanitarios se puede dar, por ejemplo, en los hospitales de la red Nebraska Medicine, en Omaha (Nebraska, EU), admitió Nicole Skinner, directora de Calidad, Seguridad del Paciente y Control de Infecciones de ese conglomerado, que cuenta con 40 clínicas, dos hospitales y unos ocho mil empleados.
«Nebraska Medicine está trabajando activamente en el proceso de asignación: los trabajadores han sido colocados en una tanda basándonos en el riesgo de exposición al que están sometidos», explicó Skinner.
Como es probable que los hospitales no reciban la cantidad necesaria para su primera tanda, se va a proceder a un sorteo de vacunas entre los trabajadores que quieran someterse a ese tratamiento.
Mientras, redes hospitalarias como UCLA Health, en Los Ángeles (California), con más de 20 mil empleados en plantilla, están adecuando sus instalaciones de almacenamiento para la llegada de la vacuna Pfizer, que podría ser autorizada este mismo jueves o a más tardar en los próximos días por la Agencia de Medicamentos y Alimentos (FDA, en sus siglas en inglés).
«Nuestra planificación es consistente con las pautas establecidas por las agencias de salud pública locales, estatales y federales y por ello hemos aumentado nuestra capacidad de almacenamiento en frío a más de un millón de dosis de vacuna», dijo un miembro del equipo de comunicación de UCLA Health, que prefirió no revelar su nombre.
La dificultad logística es fácil de comprender con la siguiente comparativa: la vacuna de Pfizer debe almacenarse a -70 grados centígrados, lo que es notablemente más frío que la temperatura que hará este jueves a las 21:00 horas en la Antártica (-35 grados centígrados).
Más allá de la probable escasez de dosis en las primeras tandas y su complicada distribución y almacenamiento, entre las paredes de los hospitales y clínicas existe un debate sobre si es buena idea ser de los primeros vacunados.
En el lado a favor está el enfermero especialista Nathanael Jaworksi, que trabaja en una clínica del Hospital St. David’s, en Austin, la capital de Texas.
«La razón por la que me siento cómodo recibiendo esta vacuna es porque me evitaría desarrollar un caso grave de COVID-19 que requeriría hospitalización. Confío en el proceso de desarrollo de la vacuna en el que los científicos de todo el mundo han trabajado incansablemente», contó el enfermero de origen rumano.
No obstante, el propio Jaworski compartió alguna preocupación.
«Por lo general, el proceso para hacer una vacuna es de 10 años; en esta ocasión lo han reducido a menos de un año. Es posible que se haya omitido algún procedimiento», aseguró.
En esa línea de inquietud se expresó una enfermera nicaragüense de un hospital de Miami (Florida, EU), que prefirió no hacer público su nombre.
«Yo no me voy a poner la vacuna hasta dentro de unos meses o años, y en nuestro hospital no nos van a obligar. Otros doctores y compañeras tampoco quieren por los posibles efectos secundarios que todavía no se conocen», concluyó la profesional sanitaria.