Cientos de fans se quedaron sin ver a Bad Bunny en Estadio Azteca debido a que sus boletos, que compraron con anticipación, fueron clonados
Ciudad de México.- Afuera del Estadio Azteca cientos de fans reclamaban, golpeaban puertas y brincaban en techos de la entrada al coloso.
Les habían impedido la entrada porque los boletos que compraron con anticipación fueron clonados.
Adentro, Bad Bunny enloquecía con su música a cerca de 85 mil fans que sí pudieron ingresar.
Luego de más de una hora y media de retraso, el boricua -fenómeno de la música en español, al ser el más escuchado a nivel global- arrancó con temas como “Moscow Mule”, “Me Porto Bonito” y “Un Ratito”.
Los miles de enfebrecidos fans gritaron, bailaron, cantaron y perrearon sin límites.
En el exterior del inmueble, desde horas antes de la cita, cientos de seguidores reclamaban porque no los dejaban entrar ya que sus boletos supuestamente no eran válidos. Ticketmaster no les daba solución, aunque alegaran que los habían adquirido en su sistema y por vías legales. Otros admitieron haber recurrido a la reventa.
Profeco pidió a los afectados levantar denuncias en la dependencia y el Estadio Azteca se deslindó del caso y aclaró que Ticketmaster era la empresa que debía responder.
Enloquece al miles de fans
Cuesta trabajo imaginarlo, embolsando las compras de los clientes de un supermercado en Puerto Rico hace tan sólo seis años. Sonriendo, esperando una buena propina y fantaseando con una gran oportunidad en la música.
Convertido en un fenómeno que, más allá de lo musical, se extiende a lo social y cultural, Bad Bunny, rey de la música en español, hizo desbocar anoche a miles de enfebrecidos fans en el Estadio Azteca.
Es uno de los muchos logros de Benito Antonio Martínez Ocasio: refrendar en vivo su colosal éxito en el mundo digital. Porque por tercer año consecutivo fue líder absoluto en las escuchas globales de Spotify.
Si hace apenas unos días el saliente rey del urbano, Daddy Yankee, se despidió de México, la presencia de su heredero, un alquimista del trap, fue simbólica. Fue el anfitrión de una estruendosa fiesta con autotune de estética playera, plasmado en un escenario hasta con palmeras, hielera y camastro.
“Lo único que les quiero pedir es que disfruten esta noche mágica, que bailen, que perreen, que griten. Esto es de ustedes. Estamos en el Azteca y vamos a romperlo en 20 mil pedazos. Esto no es un concierto, es un puto party”, gritó el Conejo Malo, acompañado de rayos láser y pirotecnia.
El enfoque fueron sus canciones de Un Verano Sin Ti, su más reciente disco, pero Bad Bunny hizo espacio para repasar sus viejos trabajos y poner a prueba la elasticidad de su propuesta. Cupo un homenaje a “Querida”, de Juan Gabriel, e invitados como Mora (“Una Vez”) y Sech (“Ignorantes”).
Eufórica a mansalva, la audiencia, con pulseras lumínicas, pasó el tiempo desgarrando sus gargantas, capturándolo todo con sus teléfonos y perreando, sin prejuicios y con fogosidad Su éxtasis era comprensible: conseguir boletos, ya sea pagando penitencia en Ticketmaster o con los precios estratosféricos de la reventa, sin contar la amenaza de entradas falsas, fue una odisea. Para la generación centennial, ver a Bad Bunny, al menos una vez en la vida, parece un rito definitorio.
El cantante, que ha expandido sus ambiciones artísticas a los terrenos de la moda y la pantalla (Narcos: México, Tren Bala), acabará hoy en el País, con otro Azteca, las 43 fechas de su gira internacional. El 2023, anunció recientemente, apretará una pausa en la música, descansará y se dedicará a sí mismo.
Difícil espera para sus legiones de adoradores. Al menos, antes de irse hizo magia: adelantó el verano en la capital seis meses.
Los despiertan del sueño
Unas horas antes de la cita en el Estadio Azteca con su ídolo, cientos de fans despertaron bruscamente del sueño.
Seguidores de Bad Bunny se vinieron abajo anímicamente porque sus boletos habían sido clonados o pirateados, o porque el sistema Ticketmaster no les respondió en tiempo y forma.
“Éramos más de 200 personas en la fila de Playa Pit Poniente y regresaron a más de la mitad de la fila porque les decían que su boleto estaba cancelado.
“En taquilla sólo nos dicen ‘enseñas la cuenta, pero no funciona. O fue tu banco o no existe tu boleto, pero no tenemos responsabilidad’”, dijo, entre lágrimas, Aitana Hernández, una diseñadora gráfica de 24 años que acampó desde el jueves y creó su atuendo a juego con el del “Conejo Malo”.
Ni a ella ni a otro centenar de personas les funcionó el reclamo, ya que en la zona del acceso por Tlalpan sólo hubo dos taquillas habilitadas para alrededor de mil personas defraudadas, lo cual fue insuficiente.
A las 19:00 horas aproximadamente ya había unas 2 mil personas rechazadas en el acceso. A algunas les quitaron los boletos o sólo revisaron su código de barras. No había personal de Ticketmaster a la vista. Elementos de seguridad sólo enviaron a los quejosos hacia las taquillas.
“Compramos los boletos por el portal de Ticketmaster y nos sacaron de la fila, nos dijeron que no funcionaba, incluso en la seguridad que ellos ponen como boleto, para detectar falsificaciones, era válido, pero el código de barras no les sirvió. No están preparados, no dan solución y nos mandan a taquilla, donde no sucede nada”, dijo Gabriela Fernández, mamá de dos niños que eran un mar de lágrimas.
Algunos de los defraudados aceptaron haber comprado boletos en reventa y no quisieron ser entrevistados.
Otros, como Valeria Carrillo, alzaron la voz porque afirmó que viajó desde Isla Mujeres, con una entrada comprada en el portal oficial, y no pudo entrar porque estaba duplicada.