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22 de noviembre de 2024
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Columna Contracorriente

Por Arturo Ortiz Mayén

La situación de inseguridad en el estado de Morelos llegó al límite esta semana con dos hechos violentos: el asesinato de dos personas en el centro de Cuernavaca, a plena luz del día y en presencia de varios reporteros y el ataque a un camión que transportaba custodios de un penal federal en el municipio de Puente de Ixtla.

En Morelos, estado gobernado por el ex futbolista Cuauhtémoc Blanco, operan al menos dos cárteles y cinco células criminales que han convertido a la entidad en un campo de batalla.

Las autoridades tienen identificados a los líderes, saben en qué municipios operan e incluso han detectado que cambian de bando conforme les convenga. Sin embargo, poco hacen por enfrentarlos.

A esto se suma la débil fuerza policial del estado y los bajos sueldos que ofrecen. Aunque desde la administración pasada se habla de un mando único que aglutina a todas las corporaciones del estado, hay varios municipios donde los agentes ganan 4 mil pesos al mes, muchos de ellos no tienen acceso a los servicios de salud, menos seguro de vida.

¿Quién en su sano juicio se va a arriesgar por los demás por tan poco?

Pero además sólo hay 300 policías ministeriales para investigar los delitos. El número es una vergüenza y nos habla del nivel de impunidad pues la gente sabe que, si llega a denunciar, es muy probable que su caso acabe archivado.

Según informes de inteligencia, en Morelos opera el cartel de Los Rojos, liderado por Santiago Mazari Hernández, “El Carrete” y el Cartel Jalisco Nueva Generación.

Para los Rojos trabajan células de la Familia Michoacana, mientras que el CJNG ha sumado liderazgos criminales locales como Abel Maya, un presunto delincuente que sobrevive del Cartel de Los Beltrán Leyva; El Señor de la V, Crispín Gaspar, lo que queda del grupo criminal Guerreros Unidos y recientemente un grupo denominado “Comando Tlahuica”.
Todos ellos han desatado una pugna en Morelos por controlar la venta de droga.

Los homicidios derivados de esta guerra han aumentado en 36 por ciento durante los primeros cuatro meses de este año en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Según datos del propio gobierno estatal, el 86 por ciento de los asesinatos en el estado se deben a la pugna entre estos grupos criminales, pero hay que destacar que no todas las personas asesinadas estaban inmiscuidas en actividades delictivas.

En Cuautla, por ejemplo, murieron tres menores de edad y una doctora que comían en un restaurante cuando hombres armados llegaron a buscar a un líder local del CJNG, identificado como “El Ray”.

En Cuernavaca, una joven que se divertía en un bar murió cuando dispararon contra la fachada del lugar en una presunta represalia porque los dueños del establecimiento se negaron a pagar derecho de piso.

Las víctimas aumentan día con día mientras el gobierno de Cuauhtémoc Blanco, se ha dedicado a culpar de todo lo malo que pasa en el estado a su antecesor, el perredista Graco Ramírez.

El tiempo corre y la gente se cansa de vivir con miedo y no ver resultados. De no actuar pronto, Morelos podría salirse por completo de control.

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