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28 de noviembre de 2024
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El paciente cero de Coahuila que desnudó al IMSS

Por: Agencias

Al mediodía del 22 de marzo, el comunicado sobre la pandemia que dos veces al día publica el gobierno de Coahuila daba cuenta de un caso confirmado de COVID-19 en el estado, ahora en la ciudad de Monclova, a 200 kilómetros de la capital coahuilense, publica en un reportaje Contra la Corrupción.

Era de esperarse. A esa fecha, nueve casos se habían confirmado en Saltillo y Torreón, de modo que sonaba lógico que el virus llegara a la tercera ciudad más grande del estado. El paciente, indicaba el comunicado, tenía antecedentes de viaje a Estados Unidos.

El de ese día era un boletín de rutina. Pero en realidad se trataba de un aviso de una tragedia: menos de una semana después, los casos de Monclova constituirían el mayor brote masivo de COVID-19 en un hospital del país, con 21 de sus trabajadores contagiados.

De paso, Monclova (población: 380 mil habitantes) se convertiría en la ciudad mexicana con mayor tasa per cápita de la enfermedad, y el caso dejó al descubierto la incapacidad del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para atender adecuadamente a un paciente, lo que provocó contagios entre su personal, y para canalizar información confiable a los tomadores de decisiones en Ciudad de México, que a su vez fallarían al reportar a la ciudadanía sobre ese brote. Enseguida una reconstrucción del caso realizada por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad.

El chofer que vino de Piedras Negras

Este brote de coronavirus, que hasta ahora se ha cobrado dos vidas, comenzó cuando un paciente, de oficio chofer de tráiler que residía en Piedras Negras, pero realizaba frecuentes viajes a Monclova, fue ingresado en el área de urgencias del Hospital General de Zona No. 7 del IMSS. Tal evento ocurrió el 15 de marzo, de acuerdo con una carta que médicos y enfermeras del hospital publicaron en redes sociales a finales de ese mes para denunciar la grave situación que vivían en el hospital.

Esa carta, cuya autenticidad ha sido verificada con trabajadores del hospital, comenzó a circular el lunes 30 de marzo y daba cuenta de un paciente contagiado, de la ausencia de equipo de protección en la clínica y de lo que los trabajadores veían como un intento por parte del gobierno federal de culpar a los médicos del desastroso manejo de un caso en el que ya fallecieron el chofer y uno de los doctores que lo trató.

“No se necesitan conocimientos médicos para saber dónde estuvo la responsabilidad”, dijeron los trabajadores.

La carta relata que el paciente fue revisado el día 15 y tras una radiografía se le diagnosticó neumonía. Un médico del hospital dijo que el paciente informó de un viaje reciente a Chicago, y una valoración del área de Cuidados Intensivos concluyó un probable cuadro de COVID-19, por lo que se recomendó aislamiento. Pero el hospital no estaba preparado para esta medida, porque el aislamiento se improvisó en el área de Urgencias, una zona donde muchas personas transitan.

Desde que se valoró el probable caso de COVID-19, trabajadores del hospital pidieron al director de la clínica, el doctor Ulises Mendoza, que el paciente fuera trasladado a un piso, se le pusiera en riguroso aislamiento, y que se le practicara una prueba.

Dicho de otra forma, durante una semana, una persona contagiada de COVID-19 estuvo en contacto con por lo menos una docena de médicos y enfermeras, quienes a su vez estuvieron en contacto con otros pacientes del hospital, mientras trabajaban con una escasez de tapabocas, guantes y gel antibacterial.

El 19 de marzo el paciente tuvo que ser conectado a un ventilador porque su estado de salud empeoró, pero no hay reporte de que ni eso haya provocado una reacción del Instituto. A pesar de que el IMSS cuenta con un laboratorio certificado para realizar pruebas, en el Hospital de La Raza de Ciudad de México, las muestras nunca se enviaron. La prueba se la tuvo que practicar la Jurisdicción Sanitaria 4, que depende de la Secretaría de Salud del Coahuila, y que la envió al Laboratorio Estatal de Salud Pública, en Saltillo. El 22 de marzo regresó: era positiva.

“Durante esta semana el personal de los tres turnos de urgencias tuvieron (sic) contacto con ese paciente”, señala la carta de los trabajadores.

Aun cuando la enfermedad se confirmó el 22 de marzo, la dirección del hospital tardaría un día más en ordenar el traslado del paciente a otra área, donde finalmente sería aislado. Eso ocurrió hasta el 23, ocho días después del ingreso.

Zoé, el ausente director del IMSS

Ese mismo día, el director del IMSS, Zoé Robledo, publicó un video en su cuenta de Twitter dirigido a trabajadores del Instituto en el que reconoció al menos 10 manifestaciones realizadas en varios estados para demandar equipos de protección, protestas que calificó como “exigencia legítima”. El funcionario mostró algunos componentes de esos equipos, como una máscara N95, guantes y traje.

“Debemos cuidarlos a ustedes primero”, dijo Robledo y presumió que desde antes de que la Organización Mundial de la Salud decretara la epidemia (11 de marzo) “ya estábamos trabajando” para lidiar con el coronavirus. Si los trabajadores no se sentían protegidos, añadió, se debía a que la información no estaba llegando a ellos.

Fuentes del IMSS señalaron que el poco material que había pudo acabarse rápidamente debido a que fue racionado por parte de la dirección del hospital o a que los trabajadores agotaron rápidamente los insumos y la clínica no fue reabastecida.

El gobierno del estado y del municipio intervinieron con la delegación del IMSS en Coahuila para pedir la habilitación del hospital como uno que pudiera recibir pacientes de COVID-19, pero fue hasta el 25 de marzo –cuando el paciente contagiado llevaba ahí diez días– que se anunciaron medidas que apenas iban a empezar a aplicarse.

Para entonces, la Secretaría de Salud del estado comenzaba a advertir un panorama de riesgo y aplicó pruebas a dos médicos que atendieron al paciente. Uno del área de urgencias y una doctora que presta servicios en el área de radiodiagnóstico, es decir, dos zonas en donde había estado el “paciente cero”.

Las pruebas fueron anunciadas como positivas el jueves 26 de marzo. Los médicos ya habían sido puestos en aislamiento domiciliario desde que sospecharon su probable contagio de COVID-19, según el gobierno de Coahuila. Pero los directivos del IMSS que intentaron rastrear el origen de ese contagio buscaban afuera del hospital, en los eventos sociales a los que habían acudido los médicos, preguntando por viajes recientes.

Dado que muchos médicos que laboran en el IMSS lo hacen además en otros hospitales –del ISSSTE, del sistema estatal o privados– también se indagaban consultas recientes en esas clínicas. Buscaban en diferentes lados, menos adentro del hospital donde un paciente de COVID-19 agonizaba.

Desde el becario hasta el médico se infectaron

El 27 de marzo, el “paciente cero” murió. Fue el primer fallecimiento por COVID-19 en Coahuila. Ese día el boletín del gobierno estatal estaba “limpio”, sin reportar nuevos casos.

Al día siguiente la bomba explotó. A las 7 de la tarde, la Secretaría de Salud de Coahuila anunció siete nuevos casos en Monclova “por contagio local”. Todos eran trabajadores del Hospital No. 7 del IMSS en Monclova. Con 10 casos en Monclova, la tercera ciudad del estado ya tenía casi tantos como la suma de Torreón (7) y Saltillo (6).

Era el principio de una avalancha. Al menos 20 pruebas habían sido ya practicadas a personal de la clínica por parte de la Secretaría de Salud estatal, que fue la primera dependencia en vislumbrar el contagio masivo en el nosocomio.

El domingo 29 de marzo, el gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme viajó a Monclova para una reunión con funcionarios del Seguro Social y mandos del Ejército y la Guardia Nacional, en donde se decidió aplicar un cerco sanitario al hospital que cuenta con 234 camas, y en los entornos de las personas contagiadas.

Los datos que presentó Riquelme en esa reunión ya no dejaban lugar a dudas de que en Monclova se había presentado el mayor contagio de COVID-19 dentro de un hospital mexicano. A mediodía del domingo 29 el mandatario anunció 10 nuevos casos, todos por contagio comunitario. Por la tarde, el gobierno estatal anunciaría otro más.

La semana cerró con 21 casos en la ciudad de Monclova. Pero había un indicio de que el COVID-19 ya había salido del Hospital General de Zona No. 7, a donde había entrado dos semanas antes.

Un reporte interno del IMSS, verificado con dos fuentes con acceso al documento, señala el resultado positivo a COVID-19 de 19 personas dentro del hospital: el “paciente cero” y los dos médicos que lo atendieron, pero también 5 médicos de Urgencias, uno más de otra área, 5 enfermeras, 2 enfermeros, un camillero, una trabajadora social y un becario. Todas estas especialidades dentro del personal sanitario, por cierto, fueron mencionados por Robledo como “la gran familia” del IMSS que debía ser protegida.

El documento es un memorándum que informa sobre una revisión de los probables casos de COVID-19 realizada por funcionarios de la delegación del IMSS en Coahuila, que también da cuenta de que uno de los médicos cuya prueba resultó positiva, el doctor Gualberto Reyes de la Cruz, había sido internado en la Unidad de Cuidados Intensivos y conectado a un ventilador.

Pero si los datos del gobierno estatal indicaban 21 casos de este coronavirus en Monclova, y el informe interno del IMSS daba cuenta del contagio de 18 trabajadores y un paciente en el Hospital No. 7, eso significaba que había dos personas ya con pruebas positivas afuera del hospital, posiblemente en los entornos familiares de los trabajadores. El documento señala que hubo al menos 45 contactos de las personas contagiadas.

Un detalle llamó la atención en la conferencia de prensa que encabezó Riquelme después de la reunión. El gobernador anunció la reconversión del Hospital No. 7 del IMSS en un centro para atender casos de COVID-19. Resultaba extraño ver al gobernador de un estado informar sobre acciones del sistema de salud federal, pero la explicación es simple: ningún funcionario de las oficinas centrales del IMSS se había aparecido todavía en la ciudad. El directivo de más alto rango del Instituto era el delegado en Coahuila, Leopoldo Santillán.

Ese domingo 29 de marzo se anunció que se practicarían más pruebas, pero no eran suficientes para todos los trabajadores de la clínica, muchos de los cuales ya habían dejado de ir a trabajar. 60 de ellos fueron incapacitados, ya sea por contagio o porque se les consideraba potenciales casos.

El patinón de López-Gatell

El lunes 30 el comunicado del gobierno estatal informó sólo un caso confirmado más en Monclova y ese día por primera vez el contagio masivo fue abordado por la Secretaría de Salud federal. En su conferencia de las 7 de la tarde, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell mencionó la situación en el hospital del IMSS, pero quedó en evidencia de que no tenía clara la naturaleza del brote: atribuyó el primer contagio de un médico de la clínica a una “consulta privada fuera del hospital”, no a una exposición adentro.

La declaración de López-Gatell enfureció a los trabajadores del hospital en Monclova. Vieron un intento de aventar la culpa en la falta de cuidado de uno de los médicos y no en la precariedad de equipos e instalaciones que padecen en ese hospital.

Porque el memorándum interno del IMSS sobre la revisión practicada al hospital, y que da cuenta de 19 casos confirmados, menciona específicamente que uno de ellos era un “paciente con fallecimiento”. Había más pistas para comprobar un contagio dentro de la clínica, sobre todo porque en ningún otro centro de salud de la ciudad de Monclova, donde se habría realizado la supuesta “consulta privada”, se había confirmado contagio alguno.

Al día siguiente de esa declaración, el martes 31 de marzo, los trabajadores del hospital No. 7 salieron a protestar de nuevo por la falta de atención por parte del Instituto, que a esas alturas no había enviado todavía material de protección. Lo poco que tenían era lo que habían podido conseguir los gobiernos del estado y del municipio.

Al mediodía del martes 31, el gobierno estatal anunció 11 nuevos casos confirmados de COVID-19, y por la tarde otros tres. En total, en dos semanas la ciudad de Monclova sumaba ya 36 casos.

Cuando el gobierno estatal anunciaba la acumulación de esos 36 casos, el 31 por la tarde, López-Gatell inició su conferencia de prensa con una mención al caso de Monclova y admitió su error al hablar de un contagio en una consulta privada.

“Le pido una disculpa al estado de Coahuila y a los habitantes de Monclova que reconozco que estaban molestos (…) Aclaro que el brote es cierto, pero la atribución a esta infección fuera de la unidad fue un error mío”, dijo.

En esa conferencia se reveló un dato alarmante. Además de los 21 casos de personal médico contagiado de COVID-19 en Monclova, había otros 18 trabajadores de la salud contagiados en diferentes hospitales de México. Es decir, en una sola clínica de una ciudad con menos de 400 mil habitantes había más casos que en los hospitales de todo el resto del país.

La disculpa del subsecretario evidenció que además de la falta de suministro de equipo de protección para el hospital de Monclova, también hubo una falla en la cadena de comunicación dentro del sistema de salud federal: a pesar de que el gobierno estatal había advertido al IMSS de la situación en Monclova, los reportes que llegaban a ciudad de México por parte de los médicos del Instituto que investigaron el brote señalaban que estaban buscando la infección del primer médico contagiado afuera de la clínica y no adentro.

Aunque López-Gatell reconocería que el contagio no había ocurrido fuera del hospital, nunca dijo que había sucedido adentro y tras cederle la palabra al doctor Eduardo Robles, jefe de Seguridad del Trabajo del IMSS, éste argumentó que aún estaban investigando el origen de la infección en dos “casos índices”, es decir, los dos primeros médicos que fueron contagiados.

Al mismo tiempo que López-Gatell encabezaba la conferencia en Palacio Nacional, en el Hospital General de Zona No. 7 de Monclova fallecía el doctor Gualberto Reyes de la Cruz, de 46 años que llevaba unos 15 años laborando en el hospital, pero también hacía consultas en otras clínicas de Monclova y el municipio conurbado de Frontera.

“El Wuhan mexicano”

El martes 1 de abril Riquelme estuvo de nuevo en Monclova para una reunión con el comité regional de salud, en la que también estuvo Eduardo Robles. Habían pasado más de 72 horas desde que se vislumbró el brote masivo de COVID-19 en un hospital del IMSS y era la primera vez que un funcionario de las oficinas centrales del Instituto hacía acto de presencia. A una petición de este reportero a Zoé Robledo vía Twitter, el director del IMSS se limitó a publicar en esa red social un cronograma de sus actividades en los últimos días. Ninguna de ellas incluía la palabra Monclova.

En esa reunión se anunció la destitución del director, Ulises Mendoza. La razón que se dio fue que, por su edad (60 años) estaba en situación de riesgo. Pero Mendoza había pasado dos semanas trabajando en el hospital donde un paciente y varios trabajadores ya habían sido infectados, sin que nadie en la delegación Coahuila o las oficinas centrales se preocupara por su vulnerabilidad.

Y sólo entonces, una remesa de equipos de protección salió de los almacenes de la delegación del IMSS en Saltillo hacia Monclova.

Cuando 1 de abril el gobierno estatal anunció 6 nuevos contagios en Monclova, ya resultaba imposible determinar cuántos eran directamente de alguien infectado en el hospital o si el virus se había esparcido ya por la ciudad, que para esas fechas tenía un aire de pueblo fantasma, con la mayoría de sus comercios cerrados y sus calles vacías.

Fue hasta ese primer día del nuevo mes que la palabra “Monclova” apareció en la cuenta de Twitter de Robledo, pero solo para publicar el video de la conferencia de la Secretaría de Salud esa tarde. Nunca apareció tampoco una condolencia por el médico fallecido. El funcionario de más alto rango del IMSS en publicar algo con respecto a esta tragedia fue el secretario general, Javier Guerrero.

Cuando las autoridades del Seguro Social reaccionaron, Monclova ya era referida en algunos medios de comunicación como “el Wuhan mexicano”, como lamentó el alcalde Alfredo Paredes.

Al 3 de abril, seis días después de que se confirmó el contagio masivo en el hospital, Monclova reportaba 45 casos de COVID-19. De esos, 21 correspondían a trabajadores del hospital y los otros 24, más de la mitad, a personas externas. Con 12 casos por cada 100 mil habitantes, la ciudad tiene la tasa de casos confirmados más alta del país. En la Ciudad de México, la entidad con más confirmaciones en el país, la tasa es 3.6, casi cuatro veces menos.

Mientras en Monclova iniciaba la sanitización del Hospital General de Zona No. 7, foco del mayor contagio hospitalario de COVID-19 en México, en Piedras Negras, a dos horas en carretera, se confirmaron los dos primeros casos de esa ciudad en la frontera con Texas. Uno de ellos era un enfermero de quirófanos del Hospital General de Zona No. 11, también del Instituto Mexicano del Seguro Social.

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